Mourinho tiene dos caras, una buena y otra provocadora. La provocadora la hemos visto ya muchas veces, más que la buena, aunque anoche disfrutamos de esta versión. Caballero desde el primer momento, saludó a uno de sus maestros: Louis Van Gaal. Lo hizo antes del partido y a pocos minutos del final dándole la enhorabuena por haber llegado hasta allí. Desde mi punto de vista si se comportara así siempre ganaría igual y encima tendría menos enemigos, futbolísticos quiero decir, los que le odian personalmente... me reservo mi opinión.
La final no fue una gran diversión, pero tanto por el juego del Inter, que nada tuvo que ver con el del Camp Nou, como por la táctica del Bayern, a quien se le suponía más alegría en el juego. El mejor de los alemanes fue Robben, "el bienvendido", por lo demás nadie destacó en el Bayern.
El Inter hizo lo que se esperaba, dejó el balón al rival y esperar para luego atacar, no es muy bonito pero sí eficaz como ayer demostró con dos goles de Diego Milito, el segundo: un golazo.
Respecto a Mourinho, se vio una imagen que le limpia de la actitud de arrogante que le acompaña, de estar por encima del bien y del mal. En dos imágenes sobre todo, una llorando de emoción y otra con su hijo:
Esperamos que si finalmente viene a España, como parece, sea esta imagen la que veamos y no otra. Y que si celebra algo en el Camp Nou, que no enciendan aspersores, aunque él provoque.
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